ArtículosJuan Francisco Pereira

Vivir más y mejor: Trabajar y entrenar la mente


La ciencia se nos presenta con muchos apellidos que unen muchas especialidades, cuyo único fin, en su conjunto, es aumentar el bienestar al ser humano y, en consecuencia, incrementar su calidad y periodo medio de vida.

Diariamente, y de una forma ya mecánica, hacemos uso de las ciencias económicas a nivel básico, lo que viene siendo la popularmente conocida como la cuenta de la vieja. Sumamos, restamos y dividimos para afrontar el pago de la hipoteca, las compras en el supermercado, el mantenimiento del vehículo, ocios, seguros, impuestos y hasta la parte proporcionalmente mensual de nuestro propio sepelio.

Muy importante son en nuestras vidas las ciencias de la salud, comer sano y que nuestros órganos vitales funcionen a la perfección y los niveles de colesterol, glucosa y ácido úrico, entre otros, se mantengan en los niveles recomendables.

Muy introducido en el devenir de nuestros días se encuentran las ciencias del deporte, cosa ésta que envidio, porque echando la vista atrás hace pocos años no salíamos de senderismo, no hacíamos footing, ni entre nuestras domiciliaciones bancarias se encontraba el recibo mensual de la utilización de las máquinas y servicios que nos prestan los gimnasios.

Hago un paréntesis y os cuento que hace unos veinte años viajé próximo a la frontera de Suiza, a la localidad francesa de Héricourt a visitar unos familiares. Una tarde, después de comer, saltándonos nuestra religiosa siesta, me dijeron que iríamos a hacer senderismo, una ruta de unas cuatro horas por una montaña. Mientras andaba ya zombi, pensaba: de momento va a venir un francés a mi casa de Alcalá de los Gazules o de Algeciras y lo voy a llevar yo a andar al Picacho o a la Garganta del Capitán. Mi cabeza no paraba de pensar y una voz interior me decía: lo llevaría al Garito, al Kiosco Lucas, a la Brujidera o a la Perseverancia para tomarnos unas cervezas, dependiendo si estuviéramos en la capital del Campo de Gibraltar o en la del Parque de los Alcornocales.

Años de adelanto nos llevan los del país vecino. Hoy en día quizás los llevaría a dar un paseo al Charco de los Hurones, y en su zona de avituallamiento les invitaría a un cachopo estupendo que sirven allí, porque aunque sea en un segundo plano, el comer y el beber es parte de nuestra idiosincrasia como seres del sur del sur que afortunadamente somos.

Cerrando paréntesis, no podemos olvidar las ciencias tecnológicas e informáticas que tanto necesitamos desde que alzamos el pie derecho de la cama cada mañana. Precisamos en nuestro hogar de un aparato de plástico llamado router y donde reza: wifi. Imprescindible ya nuestro celular móvil para despertarnos, para pagar, para controlar nuestro nivel de glucosa y hasta para ver a qué playa podemos acudir, que la velocidad del viento no nos incomode. Impensable el poder que tiene sobre nuestras vidas este aparato que su génesis fue comunicarlos oralmente y que en la actualidad nos tiene unidos y controlados a todos de todas las formas posibles, sin casi tener que utilizar nuestra propia voz.

Mucha importancia tienen las ciencias en nuestras vidas actuales. Quizás dentro de unos años le prestaremos máxima importancia a la ciencia que estudia la mente y el comportamiento del ser humano. Ojalá pronto podamos pedir cita para nuestro psicólogo de familia, para que nos organice nuestros procesos mentales y nos ayude a entender que no precisamos tanto para vivir como creemos. Así como, que la mente humana es el motor que nos altera las analíticas y nos hace enfermar, preocupándonos más de lo que pueda pasar que realmente de lo que está pasando. En consecuencia, entenderemos que necesitamos menos emoticonos por WhatsApp y menos publicaciones en las redes sociales y sí más besos y abrazos después de largas conversaciones en primera persona y sin mediación de una pantalla de cristal frío.

Todo lo que tengamos que invertir en psicología para educar y entrenar nuestras mentes, seguro, lo ahorraríamos en cardiólogos, traumatólogos, neurólogos, nefrólogos, urólogos y hasta oncólogos, porque el poder de nuestra mente es sorprendente y maravilloso.

Entrenar y educar nuestra mente no debe de ser un hecho extraordinario, debe de ser, y así será en un futuro próximo, una disciplina ordinaria que formará parte de nuestras vidas diariamente.

Si nuestra mente no está entrenada y en forma, nada a nuestro alrededor, incluyendo nuestro propio cuerpo, lo estará. Trabajar tu mente, vivir más y mejor solo depende de ti. Acude al entrenador personar de tu mente: visita el psicólogo.