Antonio GallardoArtículos

La magia de los deseos


Llega el período de adviento, el momento del año en el que los cristianos se preparan para ese momento litúrgico de vigilia y espera ilusionante del nacimiento de Jesús, es decir, si eres creyente sabrás que estoy hablando de la NATIVIDAD; y si no eres creyente, el concepto para ti de esta época del año, seguramente te resulte igual de entrañable, pero bajo el nombre de NAVIDAD.

¿Y qué es la Navidad para nosotros? Pues dejando al margen las consideraciones religiosas y tratando, a pesar de lo casi imposible que pueda parecer de esquivar las costumbres consumistas brutales impuestas a lo largo de los años por los grandes magnates de las ventas de cualquier cosa en éstos días, yo querría creer que son unas fechas muy especiales todavía para una gran mayoría, en las que básicamente pararnos en seco (no solo cuando vamos a un funeral) para reflexionar y tratar de recuperar la esencia de lo que somos, seres humanos.

Si bien es cierto, que debiéramos mirarnos hacia adentro durante todo el año, seamos realistas, no lo hacemos, bien porque somos incapaces de imponernos al frenético ritmo que nos marca la propia vida que llevamos o bien porque al final va a ser verdad que la Navidad se presta a llevarnos algo de magia a cada uno, humanizándonos allí donde algún día dejamos de creer.

Una época del año precisamente dominada por esa magia invisible pero ilusionante de los deseos, aderezados con pizcas de nostalgia y recuerdos, tristeza y alegría, amor y esperanza.

La carga de los ingredientes es personal, porque cada vida es un universo en si misma, pero sin duda el elemento común navideño son los deseos horneados a voluntad en nuestros corazones.

Me van a permitir que presuma en estas breves líneas que parte de esos deseos comunes a todos, comienzan con el viaje en el tiempo a una niñez cargada de emociones y sentimientos, que forman la base de nuestro ser y que aún no pudiendo ser recuperada porque el tiempo, tiempo es, deseamos que jamás se borre de nuestra memoria, procurando que los personajes de aquella parte de nuestras vidas nos acompañen para siempre en el recuerdo y con la añoranza de seres queridos que ya no están hoy entre nosotros.

Por todo ello, tanto si van Uds. a acudir al encendido de las luces navideñas en la Plaza Alta de la ciudad el viernes 24, como si iluminan en sus hogares los coloridos árboles navideños o esos belenes repletos de figuritas y papel albal, le pido que construyan conmigo un mismo deseo, común para todos, seamos quienes seamos y creamos en lo que creamos, pidamos a ese niño que viene en camino y que alumbrará el 24 de diciembre por la noche, que nos proteja a todos, que vele por que se cumplan nuestros sueños, que permita el amor sincero entre las personas y que recuperemos la cordura perdida a lo largo del año, en definitiva, que ruegue a su Padre verdadero por todos nosotros, ése debiera ser el primer deseo de todos, desde luego es el mío.

Que Dios les bendiga.