Una de Veroño…
Ya me estoy temiendo lo peor. Después de ver a un vendedor de castañas en bermudas, me veía en mangas cortas, bañador, chanclas y refrigerio en mano, desde cualquier chiringuito de nuestras costas, ojo avizor con los niños en la orilla jugando a las palas, rodeado de sombrillas multicolor y olor a tortilla de papas, en pleno Octubre. Eso sí, el mas raro de los que en más de medio siglo de existencia he visto.
No sé si echarle la culpa al Brexit, al desgobierno, a los cohetes de los ricos, al buenismo, al cambio climático o a lo que los modernos llaman veroño, palabra ausente en nuestra Real Academia pero que va haciéndose un hueco. Ha sido un extra de calor notable, no veranillo del membrillo, de toda la vida.
Con los polvorones a la vuelta de la esquina y los instaladores de luces navideñas probando las primeras bombillas.
Pues sí, parece que esto se acaba y según el pronóstico ayer jueves empezaba a llover y tendríamos que desempolvar la trenca y el paraguas. Ya va tocando, hora de peli, sofá y manta…ojala se cumplan las predicciones y el viento no se llevase las gotas del preciado elemento, el Estrecho es punto y aparte.