Antonio GallardoArtículos

Ser Papá, que no Mamá

Cuando las decisiones de la naturaleza, los avatares de la vida o nuestra elección personal nos convierten en padres, dejamos atrás sin apenas darnos cuenta, una etapa de libertad personal absoluta para entrar en otra muy distinta de entrega y responsabilidades.

De como nos afecta individualmente y de cómo somos capaces de reorganizarnos ante el nuevo reto, dependerá el éxito de la nueva empresa y determinará tanto el desarrollo de ésta apasionante aventura, como el sentimiento o la sensación personal e íntima que nos perseguirá hasta el fin de nuestros días, preguntándonos reiteradamente ¿fuimos o no fuimos buenos padres?.

Como de todos es sabido, los hijos vienen al mundo sin un manual de instrucciones y sin ninguna preparación real de los padres, más allá de teorías, experiencias de otros y mucha revista especializada al respecto.

Son las mamás quienes juegan con cierta ventaja natural y por supuesto maravillosa al haber gestado a su hijo en su interior, estableciendo férreos lazos invisibles de por vida, imposibles de cortar.

De cómo afectan los cambios a toda tu vida, a tu relación de pareja y a la economía familiar, nadie te dijo nada y aunque así hubiera sido, si no lo experimentas en propia piel como todo, no lo entenderás.

Pero hecho éste preámbulo, debo decir que la experiencia para los papás siempre es muy satisfactoria pero admitámoslo, también dura en muchas ocasiones, te llena como persona pero te quita parte de tu ser como individuo ya que pierdes parte de esa individualidad para compartirla con un nuevo ser, cuando eres padre tanto la sociedad que nos rodea como la propia naturaleza, nos otorga un obligado papel de duro y casi inflexible tutor en relación al papel de las madres, mas dulces e instintivamente más cercanas y amorosas.

Ahora bien, ¿ese rol es realmente el que deseamos?

Volviendo a mi exposición inicial, los papás no tenemos manual de instrucciones y aprendemos día a día, siendo en ocasiones un absoluto desastre la experiencia muy a nuestro pesar, terminando por claudicar en favor de la mamá toda nuestra propia responsabilidad y negándonos así, a nosotros mismos, la experiencia única e irrepetible que se nos plantea por delante, es entonces cuando nos centramos en el trabajo y casi nos aislamos por completo, salvando excepciones, del crecimiento, del día a día de nuestro hijo, perdiéndonoslo todo, lamentable error.

No hay mayor decepción ni mayor fracaso que no haberlo intentado una y otra vez. No cedas a nada ni a nadie un solo minuto de la existencia de tu hijo, aunque no sepas, aunque no entiendas, aunque tengas miedo a no hacerlo bien y comparte con la mamá cada respiración de tu hijo, cada nuevo pasito, cada despertar a un nuevo día, forma parte de su crecimiento, de su evolución, no te pierdas nada de él porque no habrá una segunda oportunidad.

No existe trabajo, preocupación de ningún tipo, ni circunstancia adversa alguna que esté por encima de tu experiencia como padre, porque todo ello pasa, siempre tiene solución o un final, pero tu hijo es para siempre y se merece toda tu pasión y esfuerzo, aunque no sepas hacerlo bien. Recuerda que no existe nada mas duro que un padre siendo juzgado por su hijo y para pasar ése examen, al menos debes haberlo intentado.

Si no lo haces, créeme que te arrepentirás sin vuelta atrás, yo ya lo hago.

A.G.