Antonio GallardoArtículos

Nuestra sociedad ha fallado


Pertenezco a la llamada “Generación X”, aquellos que son hijos de los “Baby Boomers” y padres de los “Millenials”, por lo que yo ya no entiendo nada de lo que hoy sucede, soy sin duda alguna, de la generación perdida.

Fuimos cautivos disciplinados férreamente por nuestros padres y ahora somos cautivos voluntarios acobardados hacia nuestros hijos, dejando con ello a nuestros vástagos “huérfanos” en la práctica, como ya dijo el Juez Calatayud hace tiempo.

Queremos tener tan controlados a nuestros hijos, que se nos ha olvidado enseñarles a pensar por si mismos; les exigimos con tanta vehemencia que ante cualquier eventualidad que se les presente fuera del hogar, nos llamen de inmediato a nosotros y solo a nosotros, que sin darnos cuenta les estamos echando, ante una verdadera emergencia, en los brazos del peligro, ése que tanto nos asusta precisamente, si llegado el caso no pueden llamarnos por cualquier motivo.

Si a ello le unimos, en un peligroso cóctel, la enorme degradación hoy en día de nuestra sociedad, aquella que formamos entre todos y en la que ya depositaban nuestros padres su confianza para que ocurriese lo que ocurriese a nuestros hijos o a nuestros mayores en la calle, siempre hubiese un auténtico hombre o mujer, capaz de proteger de inmediato al vulnerable, podemos afirmar que estamos todos vendidos y que nuestra sociedad ha fallado, voy a exponer algunos argumentos.

Cuando no hay un ser humano, en el mas estricto sentido del término, capaz de auxiliar a un chico que se ha quedado sin batería en su móvil, aparato del que depende para regresar a casa o para hablar con sus padres … nuestra sociedad ha fallado.

Cuando el personal de una empresa mal llamada de seguridad, un eufemismo como ha quedado comprobado, es incapaz de prestar su móvil un segundo para una llamada rápida a casa, ya que no es posible tener siempre un cargador compatible encima y tampoco es capaz de conducir al indefenso en ese momento, ante las autoridades, para que se hagan cargo de la situación… nuestra sociedad ha fallado.

Cuando una gran empresa, nada menos que estatal, debe mentir públicamente para evitar que rueden cabezas ante la desidia tenaz e incompetente demostrada largamente en la obligada protección de sus instalaciones operativas, abiertas de par en par, gracias a un perímetro defectuoso y con parte de sus muros caídos, lugares que se convierten en trampas mortales de fácil acceso, y lugares por cierto, dotados de cámaras de vigilancia que misteriosamente no captan nada cuando mas es necesario, pero sin embargo, las cámaras de una gasolinera mas alejada si, o eso dicen claro, porque está por comprobar la veracidad de todo ello, por tanto … nuestra sociedad ha fallado.

Cuando un subdelegado gubernativo sale a la palestra aseverando que se le proporcionó un cargador de móvil a quien lo necesitaba de urgencia, pero elude por desconocimiento (grave) o no (mas grave), que era incompatible con el terminal del muchacho, pero que además, pasa de puntillas sin explicar porqué no se protegió adecuadamente al mismo, simplemente como antes dije, poniendo en manos de las autoridades de inmediato al chico, para que pudiese hacer la llamada a casa evitando dejar indefenso a alguien demasiado joven como para comprender todavía que la maldad existe … nuestra sociedad ha fallado.

Cuando nosotros como padres, no aleccionamos con la suficiente firmeza a nuestros hijos, a que una vez salen de casa, la prioridad ante una emergencia real debe ser siempre y en primer lugar llamar al 112 o pedir auxilio a nuestra Policía Nacional, Policía Local o a nuestra Guardia Civil, que son los que articularán toda la ayuda que necesiten, protegiéndoles de inmediato primero y llamándonos a los progenitores después… hemos fallado. El condicionar a nuestros jóvenes y a nuestros mayores a que ante una situación de peligro deben llamarnos en primer lugar en vez de al 112, permite también que la sociedad falle cuando el vulnerable mas la necesita.

No quiero creer que debo vivir en una sociedad que pasa de puntillas ante la vulnerabilidad e indefensión de los débiles, una sociedad que prima la estupidez, la ineptitud y la mediocridad de algunas personas, sobre la protección y la defensa de nuestros niños, de nuestros jóvenes y de nuestros mayores, una sociedad tan enferma que permite sin oponerse de manera alguna, a que cuando ocurre un accidente, como el de hace varios días con cuatro fallecidos en Cádiz, el perímetro de los hechos se llene de tiktokers y personajes de medio pelo ávidos de mostrar rápidamente, a ser posible en directo, las imágenes descarnadas de la tragedia, pisoteando la dignidad de vivos y de muertos en pos de muchos “likes”.

En fin, que reclamo aunque sea en vano, aquella sociedad en la que te alejabas de casa y cualquier vecino te llamaba la atención si hacías lo que no debías y tu lo respetabas siempre con la cabeza agachada, así como cuando pedías ayuda a cualquier persona, cualquier vecino por la calle, te protegía en primer lugar, dándote la seguridad que necesitabas y te ayudaba después, como parte de unos valores hoy desgraciadamente perdidos.

La sociedad te falló grave e injustamente querido Álvaro, descansa en paz.