A menudo, cuando hablamos de Algeciras, nos centramos en lo que no funciona, como por ejemplo en que las calles podrían estar más limpias, en la sensación de inseguridad en algunos barrios o en la enorme frustración generada con las políticas trasnochadas de un ya agotado y más que amortizado equipo de gobierno local, que parece en demasiadas ocasiones alejarse de las necesidades reales de los algecireños.
Y sí, son problemas reales que no deben ignorarse, sin embargo, corremos el riesgo de olvidar lo esencial, lo verdaderamente importante a pesar de todo, que no es otra cosa que la inmensa fortuna que tenemos de vivir en una ciudad tan dura en ocasiones y tan amable en otras como esta.
Algeciras, ante todo, es un lugar privilegiado, su situación geográfica la convierte en un punto único en el mundo con una frontera natural entre dos continentes y dos mares, con una riqueza cultural que se respira en cada esquina. Aquí conviven historias de viajeros, marineros, trabajadores portuarios y familias que, generación tras generación, han forjado una identidad abierta, diversa y profundamente humana.
Quien pasea por la playa de Getares al atardecer, contempla el Peñón desde la bahía o se pierde en el bullicio del mercado Ingeniero Torroja, entiende que Algeciras es mucho más que sus problemas coyunturales, es vida, es mezcla, es autenticidad.
Claro que necesitamos más limpieza en nuestras calles, mayor seguridad ciudadana entre otras tantas carencias y gobernantes que estén a la altura de lo que esta ciudad merece, precisamente por ello me parto el alma a diario como político en la oposición, pero sería injusto reducir Algeciras a esas carencias, porque también es solidaridad de vecinos que se ayudan, comparten y conviven, cultura que florece en peñas flamencas y asociaciones diversas, juventud con ganas de cambiar las cosas y una naturaleza envidiable a pocos minutos del centro.
Vivir en Algeciras es un privilegio que a veces se nos olvida. Quizás nuestra tarea como ciudadanos sea doble: exigir con firmeza lo que nos falta, pero también valorar y defender lo que ya tenemos. Porque, a pesar de todo, Algeciras no deja de ser un lugar al que uno … siempre quiere volver.
Antonio Gallardo